A Nivel Banqueta - El avión, de símbolo de la corrupción a símbolo de un gobierno fallido

En opinión de Francisco Valverde Prado

A Nivel Banqueta - El avión, de símbolo de la corrupción a símbolo de un gobierno fallido

Mucho se habló de la corrupción durante la campaña presidencial de López Obrador. Uno de los principales enemigos a vencer: la mafia del poder y representada -por elección morenista- en el avión presidencial. Un Boeing 787-87, mejor conocido como TP-01 José María Morelos y Pavón, adquirido a finales del sexenio de Felipe Calderón, para más tarde ser utilizado por Enrique Peña Nieto. Gracias a López Obrador, el avión presidencial se convirtió en la escultura monumental que retratara a cuerpo entero, la añeja y podrida corrupción a la que la cuarta transformación llegaría a desterrar en breve (o al menos eso nos dijeron).

A dos días de tomar posesión, Andrés Manuel López Obrador, ordenó que el avión presidencial fuera trasladado a San Bernardino, California. Para más tarde ser estacionado en el hangar de la empresa aeroespacial, Boeing, en espera de algún posible cliente y así, finalmente vender tan insultante adquisición.

El avión presidencial, no sólo no encontró cliente, también resulto en un despilfarro de recursos al no haber logrado absolutamente nada tras su soñador viaje a Estados Unidos. Estacionado por 19 meses, nos costó a los mexicanos un total de: 1,700,000  de dólares americanos para su mantenimiento, de acuerdo el Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos (Banobras).

Tras su fallido intento de venta, el avión presidencial -tristemente- regresó a México el 22 de julio pasado. Los mexicanos entendimos que la venta de este símbolo de la corrupción en nuestro país, no llegó a buen puerto y terminó por salirnos “más caro el caldo que las albóndigas” pero, como solía decir Raúl Velazco en su programa, Siempre en Domingo: “aún hay más”…

En el mes de enero pasado, nuestro presidente volvió a hablar del tema del avión. Nos informó que el avión presidencial ahora sería rifado y presentó: el primer “boleto cachito” de tan celebrado acontecimiento.

Pasaron los meses y a la rifa presidencial se le comenzó a ser engrudo el arroz. Los boletos no tuvieron los compradores esperados y sólo lograron vender unos cuantos entre fieles funcionarios de la 4T y prominentes empresarios, a los que se les puso un pie en cuello, pidiéndoles le entraran a esta noble causa.

Más tarde López Obrador dio a conocer que tras haberse reunido con un connotado grupo de hombres de negocios, se habían comprometido a comprar mil quinientos millones de pesos en boletos o “cachitos” de la rifa presidencial. Siempre dejando en claro que a ninguno se le había forzado, por el contrario, son libres, dijo.

Como no hay plazo que no se cumpla ni mal que dure cien años, el pasado martes 15 de septiembre, se dieron a conocer los ganadores por parte de La Lotería Nacional y sus niños gritones. Entre los ganadores: hospitales Covid 19 y escuelas públicas. A claras luces, un sorteo que fue más una simulación y acto circense, que un ejercicio de transparencia e información pública.

Para rematar y cerrar como los grandes, con broche de oro: el cheque que la Fiscalía General de la República entrego al gobierno federal y que supuestamente, pagaría los premios de la rifa del avión presidencial fue rechazado por el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado por no cumplir con los requisitos legales, al no poder comprobar el origen de los recursos. Dicho de otra forma, la forma de pago carecía de certeza jurídica.

La rifa de AMLO nada nos dio en cuestión de ingresos -por el contrario- nos salió como lumbre. Al final del día, el gobierno federal terminó por auto comprarse los boletos “cachito”, resultado de un procedimiento opaco y sin la más mínima transparencia o rendición de cuentas. Como dicen por ahí, nadie  supo, nadie fue...

No nos engañemos, el avión presidencial no logró ninguno de sus objetivos, por el contrario, su vuelo estuvo lleno de turbulencias y fracasos. Burla del mundo entero, la pifia del avión presidencial a muchos nos insultó y a otros, miles de risas -gratuitamente- les dejó.

Si una de las principales promesas y objetivos de la venta del avión, era justo el destierro de la corrupción, nada se logró y por contrario, el avión presidencial pasó de ser un símbolo de la corrupción a un símbolo de un gobierno fallido. Un gobierno que quiere pero no puede porque carece de preparación y conocimiento.

Como humanidad, años de estudio y descubrimientos nos llevó entender que la leyes existen. La gravedad, velocidad y otras, no son un invento o dogma de fe, son en esencia, verdades comprobables y certeras. Se nos podrá decir una y otra vez que vamos bien, al igual que podríamos pensar que la tierra es plana o que es posible que llueva de abajo “pa rriba” pero la realidad siempre terminará por alcanzarnos, no son actos comprobables y por el contrario, son mentiras científicamente probadas.

¡Esa rifa no la tiene ni Obama y claro que no; el expresidente de Estados Unidos si hizo la tarea mientras estaba en la escuela!

“Hemos caído en el pánico inmoral de la indiferenciación, de la confusión de todos los criterios”. (Jean Baudrillard)

 

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