A DOS AÑOS

En opinión de Víctor Iván Saucedo Tapia

A DOS AÑOS

Recuerdo claramente ese 19 de septiembre del 2017 y el temblor que sacudió al país y con mucha saña a mi amado Morelos. Recuerdo la desesperación, el miedo, la angustia, la incertidumbre, el temor; después vino el golpe de realidad, el dolor, la tristeza, el impacto que golpeaba muy fuerte. Una parte del país se había derrumbado, la tragedia una vez más enlutaba a México.

Después dentro de todo ese caos vino lo mejor, esa enorme capacidad que tiene el mexicano de crecerse al castigo, de sacar su lado más noble, más solidario, más unido. Miles y miles salimos a las calles a ver que podíamos hacer, algunos buscando gente en los escombros, otros corrieron por víveres hasta vaciar todos los supermercados, unos más a preparar alimentos, a compartir recomendaciones de protección civil, todos compartiendo a los desaparecidos, todos hicimos algo.

El puño en alto que solicitaba silencio se volvió el estandarte de los mexicanos, una vez más con los brazos en alto, una vez más venciendo la adversidad, una vez más superando la catástrofe y triunfando ante la desgracia.

Recuerdo haber recorrido el estado con mis amigos y mis hermanos, todos aportando lo que podían, administrando centros de acopio, repartiendo dotaciones de alimento, de agua, de leche, de pañales, de artículos de uso personal, prestando sus vehículos, cargando cajas, apapachando niños y adultos.

Me quedó grabado en la memoria un joven que acudió al albergue de Jojutla caracterizado de payaso a regalar sonrisas a los niños, era lo que podía dar y fue un bálsamo para todos, como siempre la risa y la picardía del mexicano sobresalía ante los desafortunados hechos.

Me conmueve recordar que al salir de Hueyapan nos detuvo una familia, con su casa prácticamente derrumbada nos regalaron unas gorditas de frijol como muestra de gratitud por ir a aportar un poquito por ellos.

¡Qué maravilloso es mi México carajo!

Todos en un solo grito, todos en una misión, todos moviendo el país al unísono.

Vagamente tengo el recuerdo de que en esa época estaba de moda esa teoría de que el mundo terminaría en diciembre, recuerdo que en México decíamos que si el mundo se acababa, que no se preocuparan, que los mexicanos lo reconstruiríamos.

Dentro de tanto desconsuelo, México estaba de pie, los mexicanos habían mostrado su rostro más fraterno, más unido, el más chingón.

Dos años después los días han pasado, la vida ha continuado, todos volvimos a la rutina y hoy sigue habiendo poblaciones con muchas carencias, familias afectadas, el enojo por algunos desalmados que robaron el dinero de la reconstrucción sigue calando, pero lo más triste es que de esa unión que nos dio fortaleza, poco queda; hoy el país está dividido, hoy nos recriminamos entre hermanos, hoy nos faltamos al respeto, nos ponemos adjetivos, nos atacamos. Hoy el escarnio público cotidiano y aplaudido, hoy los juicios a priori son el pan de cada día, hoy México no levanta el puño en señal de unión si no como respuesta a supuestas afrentas que no deberían de existir.

Ojalá no quede en el olvido, ojalá todos busquemos en el corazón la capacidad de perdonar, de unirnos, de volver a mostrar ese lado solidario, noble, benévolo, bien intencionado. Es el mejor recuerdo a la memoria de aquellos que partieron en este trágico evento.

Hay que hacer consciencia todos de que México debe ser más que sus gobernantes, debe ver más allá de la capacidad de sus funcionarios o de sus proyectos personales. México lo construimos todas y todos. Que sirva la conmemoración de este aniversario para buscar en el corazón respeto al prójimo, un poco de perdón, un poco de paciencia y mucha tolerancia.

 

¡Viva México!